Intensidad y violencia en los conflictos de la Unión Europea
La crisis del euro ha tomado caminos complejos, cuyos resultados es difícil anticipar; incluso algunos señalan que la subsistencia de la UE está en juego.
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Cristián Saieh
La crisis del euro ha tomado caminos complejos, cuyos resultados es difícil anticipar; incluso algunos señalan que la subsistencia de la UE está en juego.
Veamos lo que está en juego desde el punto de vista de la teoría del conflicto. Esta nos señala que una de sus dimensiones es la intensidad; se refiere a la importancia que tiene el conflicto para cada uno de los que intervienen en él; si para ambos es relevante el escalamiento de la tensión está garantizada. Otra dimensión es la violencia, vinculada a los modos de expresión del conflicto, a los recursos que utilizarán al perseguir los objetivos y a si estos objetivos consisten en obtener algo del otro o si sólo buscan causarle daño.
Al aumentar mucho la intensidad, aparece la violencia, espiral del conflicto que puede conducir a situaciones de difícil manejo. ¿Podría ocurrir esto en la UE?
El conflicto se origina, en parte, en la diversa interpretación de los estados miembros respecto de sus causas y posibles vías de solución. Algunos atribuyen la crisis a la irresponsable política fiscal de ciertos países, los que deberían adoptar medidas de austeridad y organizar adecuadamente el gasto público. Otros lo adjudican a deficiencias en la creación e implementación de una política monetaria única, la que debió haberse complementado con políticas fiscales y mejor regulación del sector financiero; estos proponen mayor integración económica.
Estas miradas no son necesariamente opuestas; lo que hace falta es una visión que logre complementar los intereses dando lugar a decisiones acertadas, aun ante una grave contingencia, que hace estragos en los juicios de los afectados e intensifica el conflicto y la violencia que este podría acarrear.
Hay que considerar que la crisis del euro genera también conflictos al interior de los estados miembros. Es el caso de Alemania, un 60% de sus ciudadanos reclama que el Estado debiese dejar de participar en los planes de rescate. Paralelamente, su Tribunal Constitucional concluyó que el uso de los fondos es legal, pero que a futuro se requerirá consultar a la comisión parlamentaria de presupuesto, lo que generaría incertidumbre respecto de la intervención alemana ante salvatajes a países miembros de la UE.
Señales potentes podrían indicar que estamos ante un conflicto mayor que aumenta a su vez en violencia y que lleva a cuestionarse el origen y subsistencia de la UE; así vemos la reticencia alemana a una mayor integración entre los Estados, radicalmente declarada por muchos de sus ciudadanos; prácticas xenofóbicas que manifiestan la pérdida de tolerancia y solidaridad, bases sobre las que se creó la comunidad europea; la expulsión de los gitanos rumanos de Francia; el reforzamiento de controles fronterizos danes; el juicio de quienes han asociado a los estados irresponsables con el catolicismo, por oposición a los responsables estados protestantes.
En fin, al analizar un conflicto es conveniente evaluar todos sus ámbitos; la intensidad es entendible y manejable; la violencia es peligrosa y difícil de controlar. El conflicto no se reduce al salvataje económico; son muchas las emociones, percepciones y suposiciones en la mente de los europeos, generando mayor intensidad y violencia. La espiral del conflicto está más cerca que nunca.